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James Martin, S.J.August 15, 2013

La postura de la Iglesia Católica acerca de  la actividad homosexual es bien conocida. Probablemente no hay  un católico inteligente en este país, tal vez incluso en el mundo occidental, que no esté  consciente de la clara enseñanza de la Iglesia. El Catecismo enseña que la actividad homosexual es "intrínsecamente desordenada", es decir, mala siempre y en todo lugar. También enseña que la inclinación misma es un "desorden objetivo".

Más recientemente, el Vaticano y muchos líderes de iglesia locales han comunicado la fuerte oposición de la Iglesia al matrimonio entre personas del mismo sexo, ya que esa cuestión ha pasado cada vez más al primer plano en muchos países.  El Arzobispo (pronto Cardenal) Timothy Dolan de Nueva York, quien se desempeña como presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de EEUU, se ha pronunciado en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo, calificándolo de una "amenaza ominosa" para la sociedad. El arzobispo de Minneapolis-St. Paul, John Nienstedt, escribió recientemente a sus  sacerdotes acerca de la "gravedad de esta lucha”, y dijo que esperaba que apoyaran sus esfuerzos para oponerse al matrimonio entre personas del mismo sexo o permanecieran en silencio. (El año pasado el arzobispo Nienstedt envió 400.000 DVDs que explican la posición de la iglesia a los católicos de su arquidiócesis). Y Charles J. Chaput, arzobispo recién asumido de Filadelfia, lo calificó como "el tema de nuestro tiempo."

Como ya he dicho, la postura de la Iglesia sobre la actividad homosexual y su oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo son bien conocidas. El pasaje del Catecismo que subyace a estas enseñanzas puede ser ahora, quizá uno de los más conocidos de todas las enseñanzas de la iglesia. El párrafo N°2357 dice lo siguiente: "Apoyándose en la Sagrada Escritura, que presenta los actos homosexuales como actos de depravaciones graves, la tradición siempre ha declarado que «la actividad homosexual es intrínsecamente desordenada>>"  (La cita dentro de la cita proviene de un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe).

No estoy escribiendo para contradecir estas enseñanzas en modo alguno, ni contradecir a ninguno de estos líderes de la iglesia. (Algunos de los mencionados son también amigos). Más bien, me gustaría dirigir nuestra atención a otraparte de la enseñanza oficial de la iglesia, algo igual de válido. Está contenida en el siguiente número, y es un aspecto importante de nuestra tradición que a menudo se pasa por alto. El párrafo N° 2358 del Catecismo dice [se cita texto directo de la versión en castellano]: "Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta.". (La versión original de 1994 incluía la frase "No eligen su condición homosexual.")

Ese párrafo dice cosas muy importantes, a pesar de que es menos conocida que el anterior.

En primer lugar, dice que los gays y las lesbianas no son una parte insignificante de la población, católica o no. Ellos no son una minoría ínfima que puede pasarse por alto, o que debiera ser ignorada; como tales, son una preocupación válida para la Iglesia y sus ministros. Para usar el lenguaje del Concilio Vaticano II,  sus "alegrías y esperanzas, y sus tristezas y preocupaciones”, importan.

En segundo lugar, mientras que algunos gays y lesbianas quizá no aprecien que su situación sea descrita como una "prueba", el Catecismo recuerda a los católicos que el ser homosexual en muchas culturas modernas todavía está lleno de dificultades. Puede ser una lucha dolorosa para una persona homosexual aceptarse a sí misma como alguien amado por Dios. Como la mayoría de nosotros sabemos, la intimidación  (“bullying”), las golpizas y, en algunos casos, los homicidios, a menudo son parte de ser adolescente gay o lesbiana. Como resultado, la tasa de suicidios entre adolescentes homosexuales es significativamente mayor que entre adolescentes heterosexuales en nuestro país. En otras partes del mundo la situación es más grave: en algunos países la actividad homosexual puede ser causal de encarcelamiento o ejecución.

Por último, el Catecismo afirma que toda  señal de discriminación injusta debe evitarse cuando se trata de gays y lesbianas. Esto es,  todaseñal. (Y recuerden que "señal" en la teología católica es un término muy amplio).

Pero enterradas en el párrafo N°2358 hay tres palabras que merecen mayor atención, sobre todo en estos tiempos, cuando las tensiones arden, las  controversias surgen y las personas se sienten enfrentadas unas contra otras.  Los gays y lesbianas, dice la enseñanza oficial de la Iglesia Católica, han de ser tratados con "respeto, compasión y delicadeza.". ¿Qué podría significar eso?

Respeto

Mi viejo Diccionario Merriam-Webster define "respetar" como un verbo que significa "considerar a alguien digno de gran estimación". La definición del sustantivo [“Respeto”] incluye palabras como "honor", "deferencia" y "estima". La palabra deriva del latín respectus, que significa volver a mirar, o "apreciar" [también “miramiento”]. El respeto es una forma de mirar a alguien, y mirarlo con "alta estima". El Catecismo dice que los católicos deben mirar a los gays y lesbianas de esta manera -con respeto. Pero ¿qué significa eso?

Ciertamente, esto significa no denigrarlos de manera alguna, no generalizar indiscriminadamente acerca de ellos, y no tratarlos como ciudadanos de segunda clase. Pero eso es lo mínimo. Manifestarle a alguien honor, respeto y estima significa ir mucho más allá que aquello;  significa tratarlos con especial cuidado. El respeto es más que solo aceptación.

Una de las señales más importantes del respeto hacia una persona, por ejemplo, es escucharla. Si un niño interrumpe a un adulto, o no escucha a un profesor, le podrían decir, "Muestra un poco de respeto".  Mal podrían decir ustedes que respetan a una persona si no mostraran real preocupación por lo que dice o, asimismo, por sus experiencias personales. Por lo tanto, para mostrar verdadero respeto los católicos  necesitan escuchar con atención las experiencias de gays y lesbianas. De hecho, creo que una de las razones de la problemática relación de la iglesia con los gays y las lesbianas es la ausencia de escucha. (Por ambas partes).

También, por respeto a la iglesia, los gays y las lesbianas pueden ellos mismos sentirse animados a compartir sus experiencias y pensamientos. Esto debe sonar familiar a los católicos estadounidenses en particular. En la primera línea de la Declaración de Independencia, los redactores  afirman que están exponiendo sus quejas  "por respeto a las opiniones de la humanidad”. Los firmantes respetaban lo suficiente al resto de la humanidad como para explicar por qué estaban dando un paso trascendental. El respeto los impulsó a hablar. Esto es parte de lo que quiero decir cuando se trata de gays y lesbianas. No, no los estoy comparando con los Padres de la Patria. Pero de manera parecida, ellos respetana la iglesia, al compartir sus alegrías y esperanzas, sus tristezas y angustias, y especialmente, la manera en que Dios obra en sus vidas.

¿Qué significaría para la iglesia escuchar las experiencias de gays y lesbianas? En primer lugar, significaría escuchar -voluntaria y sinceramente- lo que se siente al crecer como niño y adolescente homosexual. Esto significaría prestar atención a las voces de los jóvenes que se sienten perseguidos o que son intimidados. Esto significaría tomar en serio la mayor incidencia de suicidios entre la juventud gay y lesbiana, lo que es, después de todo, un "asunto vital".  También significaría escuchar lo que se siente al ser adulto gay o lesbiana, particularmente dentro de la iglesia. Eso significaría otra forma, más difícil, de escuchar: tratar de entender el sentimiento generalizado entre muchos católicos gays y lesbianas de que su propia iglesia no los "respeta". Esto entonces significaría hacer la difícil pregunta: "¿Por qué ocurre esto?"

El Espíritu Santo trabaja no sólo desde arriba hacia abajo, sino también de abajo hacia arriba.  "Sopla donde quiere", como dice Jesús en el Evangelio de Juan. Cada uno de nosotros, como dice San Pablo, es un templo del Espíritu Santo, en el que habita Dios. El respeto significa no sólo amar a cada persona como un hijo de Dios, con una vocación única, llamado por el bautismo a ser parte del Cuerpo de Cristo. También significa aceptar la forma en que el Espíritu puede estar trabajando en esa persona. Como dice el Concilio Vaticano II: "El pueblo santo de Dios comparte también en la función profética de Cristo."  El Espíritu sopla donde quiere; de nosotros depende escucharlo. O no.

La  función profética suele ser ejercida de manera potente por la gente de las márgenes, por los "inesperados". Piensen en las personas del Antiguo Testamento, como Samuel, el joven que sorpresivamente escucha el llamado de Dios, o David, la última persona imaginable  como digna de ser un líder. El profeta que habla desde las márgenes puede dar voz a experiencias que no son bien conocidas, o en algunos casos tampoco comprendidas, pero que son igualmente importantes. Esto no quiere decir que todo católico gay es un profeta. Pero ¿puede la iglesia escuchar las experiencias de gays y lesbianas para discernir las nuevas formas en que Dios puede estar trabajando? Porque la pregunta "¿Cuánto escucha la iglesia?" es lo mismo que "¿Cuánto respeta la iglesia?"

Compasión

Cuando Jesús ve a alguien que está sufriendo, los Evangelios dicen a menudo que él se compadece. Pero la palabra griega original utilizada es mucho más viva: splagchnizomai. Esto significa que sus entrañas se conmovieron de compasión. En otras palabras, Jesús siente esa emoción "en sus entrañas." Los católicos están llamados a tratar a los gays y lesbianas con la misma clase de compasión visceral. Cuando los vemos sufriendo, estamos llamados a ser conmovidos de la misma manera profunda y transformadora.

¿Qué hay con el uso del término? La palabra "compasión" viene de una raíz latina que significa "sufrir con" o "sentir con". ¿Qué significaría  en este caso?

Sufrir con los gays significa estar con ellos, y apoyarlos, solidariamente.  Significa estar -y que se nos vea estando- de su lado, luchando contra "todo signo de discriminación injusta."  Significa dar la cara por ellos cuando otros se burlan o los menosprecian. Significa acercarnos de tal manera que podríamos ser sacados de nuestras zonas de comodidad. Podría significar que se burlen de nosotros. Significa alinearnos con ellos. Después de todo, eso es lo que hizo Jesús. Más aún, significa mostrar el tipo de amor que Jesús muestra por los marginados –un amor especial.

Jesús hizo un esfuerzo especial para llegar a los marginados. Podría fácilmente haberse dedicado sólo a aquellos que se pensaba eran  "aceptables", tales como los Judíos observantes y los ricos y los sanos. Una y otra vez, sin embargo, Jesús va más allá de esos grupos, y lleva  su mensaje a los que han sido rechazados por la elite -los "impuros", los leprosos, los pobres, los enfermos, los recaudadores de impuestos, las prostitutas, los "pecadores". Es una misión proclamada intencionalmente en las márgenes.

Para Jesús no hay "otro". Él trabaja para traer a todos -a través de la sanación, la  acogida y el perdón de los pecados-, al interior de  la comunidad. Y a menudo lo hace antes de que el pecado sea perdonado. Por ejemplo, el Evangelio de Lucas cuenta la historia de Zaqueo, el recaudador de impuestos (un trabajo odiado entre los Judíos de la Palestina ocupada por los romanos). Pasando por la ciudad de Jericó, Jesús ve a un pequeño hombre subiendo a un árbol y le llama: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy me hospedaré en tu casa." Esta fue una señal pública de aceptación, y debe haber parecido chocante a   quienes se suponía debían odiar a Zaqueo. Después de bajar de su rama, Zaqueo ofrece devolver el cuádruple a cualquiera que haya defraudado, y dar parte de su dinero a los pobres. Pero Jesús ofrece ir a su casa antes de que Zaqueo prometiera nada.

Jesús no tiene miedo de estar junto a los marginados. Siempre llama a la gente a la conversión, pero sobre todo Él "sufre con" y "siente con". Este es uno de los significados de la compasión.

Hay muchos ejemplos de este tipo de compasión en la iglesia católica. El ministerio de gays y lesbianas está más extendido de lo que la mayoría de los observadores (y la mayoría de los católicos) pueden pensar. A nivel local, en las parroquias, los gays y las lesbianas son atendidos en forma silenciosa y privada por los pastores y colaboradores pastorales. Más públicamente, la Arquidiócesis de Los Angeles, para tomar un ejemplo entre muchos, dirige un ministerio exitoso y duradero (fundado en 1986) para los gays y las lesbianas, mostrando su respeto por estos hombres y mujeres. "El Ministerio con los Católicos Lesbianas y Gays (MLGC, sigla en inglés) reconoce que todas las personas con una orientación homosexual son capaces de vivir una vida católica plena en unión con todos los miembros de la Iglesia", dice su página web, citando al ex arzobispo, cardenal Roger Mahony. El MLGC tiene como principal objetivo "fomentar el espíritu de comunidad y comunión entre los católicos homosexuales, para que puedan ofrecer y recibir apoyo mutuo al vivir sus vidas de fe con la Iglesia".                                                        

Delicadeza

¿Qué significaría tratar a los gays y lesbianas con "delicadeza" en la iglesia? La palabra tiene la connotación de que se trata de algo que es en sí mismo "delicado". Y eso es cierto. Esto no quiere decir que los gays y las lesbianas no sean personas fuertes, sino que sus experiencias al crecer a menudo los deja heridos y con cicatrices. (Sí, otros grupos también están heridos y con cicatrices, pero estamos hablando de un grupo que a menudo siente que la iglesia no ha sido "delicada" con ellos). ¿Pueden los católicos tratar a los gays y lesbianas con la misma delicadeza con que tratarían a otra víctima o alma herida?

¿Qué se hace con alguien que ha sido herido? Se le trata con gran atención y un especial cuidado. Esto significaría un esfuerzo especial para ser afectuosos y estar dispuestos a escuchar.

Otra cosa que deben recordar los católicos: Las palabras importan. Las palabras pueden herir. Las palabras también pueden sanar. No hace mucho, el Cardenal Francis George, arzobispo de Chicago, comparó a ciertos activistas gays y lesbianas con el KKK -por temor a que un desfile del orgullo gay pudiera volverse anticatólico. El miedo inicial del cardenal fue que el desfile programado interferiría con las personas entrando a la misa dominical en la ruta del desfile. El comentario dolió a muchos en la comunidad gay. En respuesta, los organizadores cambiaron la hora del desfile. Inicialmente, el cardenal hizo una declaración repitiendo la analogía del KKK, lo cual causó más dolor.  Más tarde, sin embargo, él se disculpó por completo. "Siento de verdad el daño que mis palabras han causado", dijo. "Especialmente porque todos tenemos amigos o familiares que son gays y lesbianas. Esto ha herido evidentemente a muchas personas. Yo mismo tengo familiares que son gays y lesbianas, así que es parte de nuestras vidas. Así es que lamento el dolor causado". Su disculpa fue, a mi parecer, un ejemplo de delicadeza.

Otra área delicada es la forma en que es presentada la enseñanza general de la Iglesia sobre los homosexuales y las lesbianas (no sólo de la actividad, sino también de las personas). O en que no es presentada. Algunos líderes católicos comienzan con los "no harás" y nunca llegan a los "harás".  Si todo lo que los gays y lesbianas escuchan es la oposición de la Iglesia al matrimonio entre personas del mismo sexo (con exclusión de cualquier otro tema sobre gays y lesbianas), entonces quizá no es sorprendente que muchos diFernando  González  Camusgan sentirse rechazados. Algo de esto puede ser el resultado de la cobertura de los medios que se centra en un tema, pero no en todos. Qué gran diferencia haría que los líderes católicos pudieran también hablar a menudo acerca de los grandes aportes de los gays y las lesbianas en la iglesia, por ejemplo. O sobre tratar a los homosexuales con "respeto, compasión y delicadeza".  O si levantaran sus voces colectivas contra el suicidio gay.

Este modo de proceder siempre me ha parecido sorprendente. Sería como si la primera cosa que un sacerdote le dijera a un grupo de parejas católicas casadas en un retiro no fuese "Bienvenidos", sino "¡Nada de sexo extramarital!" O si un grupo de empresarios católicos fuera recibido en un almuerzo por un obispo que les dijera: "¡Nada de salarios injustos!" O si a un grupo de médicos católicos se le dijese al comienzo de una conferencia, "¡Nada de abortos!" Los gays a veces se sienten como si los "no harás" fuesen la totalidad de las enseñanzas de la iglesia respecto a ellos. Porque a veces eso es lo único que escuchan.

Un viejo aforismo escolástico es útil aquí. Santo Tomás de Aquino escribió en la Suma Teológica, "quidquid recipitur secundum modum recipientis recipitur." Traducido libremente: Aquello que se recibe,  se recibe según la forma de ser del receptor. Así que cuando se trata de comunicar algo, uno debe ser sensible no sólo a cómo se comunica, sino a cómo se recibe.

Parte de la delicadeza es, en otras palabras, conocer cómo es recibido el  mensaje. Y presentar todo el mensaje, no sólo parte de él.

Como ya he dicho, nada de lo que digo contradice la doctrina católica. Todo lo contrario. El tratar a los gays y lesbianas con "respeto, compasión y delicadeza" es la doctrina católica. Puede parecer extraño escuchar que se hable de estos temas, los cuales están todos perfectamente de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia, porque los católicos no suelen escuchar mucho de ellos.  Y esto es una gran pérdida para los gays y lesbianas católicos, y para todos los católicos también; de hecho, es una gran pérdida  para toda la gente de buena voluntad.

(Translation by Fernando González Camus: Santiago, 05. Ago. 2013.  English version: Respect, Compassion and Sensitivity, Jan. 12, 2012.)

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