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Juan Luis CalderónFebruary 09, 2017
(fotografía: iStock)

VI domingo del Tiempo Ordinario

12 de febrero de 2017

Lecturas: Sir 15: 16-21 | Salmo 118: 1-2. 4-5. 17-18. 33-34 | 1 Co 2: 6-10 | Mt 5: 17-37

"No crean que he venido a abolir la ley o los profetas, sino a darles plenitud."

“La primera, en la frente”*, dicen en mi tierra cuando algo sucede o se dice y uno se siente aludido. Pues con una “bomba” de esas comienzan las lecturas de este domingo. La primera frase del día es: “Si tú lo quieres, puedes guardar mis mandamientos; permanecer fiel a ellos es cosa tuya” (Eclo 15:15). Así de sencillo.

Dios ha puesto delante de ti lo que necesitas para elegir bien y vivir correctamente según su voluntad. Él ha hecho su parte, ahora te toca a ti hacer la tuya. Pero ¡cuidado!, que ‘sencillo’, no es sinónimo de ‘fácil’. Y, menos aún, en un asunto tan serio. Porque de verdad lo es, ya que estamos hablando de vida o muerte. Sí, así de serio. Lo dice la Palabra más adelante: “Delante del hombre están la muerte y la vida; le será dado lo que él escoja” (Eclo 15:17).

Siempre escuchamos hablar del amor de Dios, reforzado además por la idea cristiana de Dios como Padre. Pero algunas afirmaciones bíblicas, en especial del Antiguo Testamento, nos despistan un poco de esa concepción tan fundamental. Temor de Dios, cumplir su voluntad, obediencia, su infinita sabiduría frente a nuestra ignorancia viciosa: en nuestra psicología, expresiones como estas nos alejan un poco del concepto de amor que esperamos de Dios. Sin embargo, la recta comprensión de estos planteamientos divinos son la llave para abrir las puertas de la felicidad.

Desde pequeñito me insistieron en el concepto de obediencia. Como si obedecer fuera sinónimo de ‘buena persona’. Se usaban frases de la Biblia para reforzar esta idea. Ya adulto, me doy cuenta de la manipulación que se ejercía culturalmente sobre nosotros cuando los maestros o clérigos se aplicaban frases que Dios dice sobre sí mismo.

Muchos abusos se han legitimado en nombre de la obediencia. Se ha forzado a aceptar como voluntad de Dios comportamientos socioculturales particulares (como el machismo, la desigualdad de género, etc.). Se ha hecho aparecer como ‘sagrado’ e intocable aquello que son sólo mediaciones (¿qué me dicen de la historia esa de que la misa en latín vale más que la celebrada en otros idiomas?). ¡Qué lejos de la pedagogía de Dios la de nuestros maestros de antaño que nos daban como única razón de las cosas el “porque lo digo yo”!

El Señor podría decir eso, porque para eso es Dios, pero nunca lo dijo. La actitud de Dios no es la de forzar e imponer sus criterios. Al contrario, con magnífica paciencia, desde el principio de la historia ha enseñado a los hombres el camino de una vida mejor. Para ello, lo que Él pide es que le escuchemos. Dios no impone leyes y pobre de aquel que no las cumpla.

Dios dice cómo son las cosas y por qué las plantea. No le basta la ciega obediencia; desea el compromiso personal de cada uno. Para ello, explica una y otra vez las razones (empezando desde Adán y Eva, [Gen 2:17]). Bien sabe Dios que de poco sirve aplastar con leyes si se quiere que el mundo mejore. El secreto es contagiar, convencer, traer a su equipo a todos aquellos que le conocen. Por eso san Agustín decía: “Obedeced más a los que enseñan que a los que mandan”.

Dios es Padre y nos ama, enseña, cuida. Nos dice cómo movernos por la vida. Y, cuando entendemos mal, nos vuelve a explicar. Eso es lo que Jesús hace en el Evangelio de este domingo al repasar los mandamientos e interpretarlos correctamente. ¿Por qué a Jesús no le bastó que fueran obedientes y cumplidores? Porque quería/quiere que los hagamos nuestros, que los vivamos con convencimiento, que su voluntad sea la nuestra. Así es como el mundo funcionará.

*Nota: La expresión la primera, en la frente está relacionada con el acto de santiguarse. Santiguarse (o signar) se define como: “ hacer con los dedos índice y pulgar de la mano derecha cruzados, o solo con el pulgar, tres cruces, la primera en la frente, la segunda en la boca y la tercera en el pecho, pidiendo a Dios que nos libre de nuestros enemigos” (RAE). Visto así, es normal que cuando te pasaba algo malo y tuvieras tendencia a los malos pensamientos, palabras u obras, te santiguaras para evitarlo, o que tu interlocutor te dijera "la primera en la frente" para que supieras por dónde tenías que empezar a santiguarte.

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Oración

Señor, dicen que el que es muy obediente después buscará mandar y ser obedecido. Por eso no te pido que me hagas obediente, sino que me hagas abierto a ver las cosas desde tu punto de vista para entender más y creer más. Mientras llego a convencerme del todo, te obedeceré. Quiero hacer tu voluntad como si fuera mía, hasta que mi voluntad y la tuya sean la misma. Amén.

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