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Juan Luis CalderónApril 27, 2017
(fotografía: iStock)

III domingo de Pascua

30 de abril de 2017

Lecturas: Hch 2: 14. 22-33 | Salmo 15 | 1 Ped 1: 17-21 | Lc 24, 13-35

Leo con horror en The New York Times que el lunes 24 de abril de 2017 el Estado de Arkansas ha ejecutado en el mismo día a dos presos condenados a la pena capital. Después de doce años sin ejecuciones, Arkansas va a cumplir la sentencia de muerte de ocho reclusos en diez días. ¿Por qué tanta prisa? Porque una de las drogas que se utilizan para las ejecuciones (una combinación de tres) tiene su fecha de caducidad el 30 de abril.

Parecen quedar todavía en nuestro país quienes piensan que la pena de muerte tiene alguna efectividad para acabar con los asesinatos. Pues no. Ni siquiera sirve para meter miedo y reducir la criminalidad. Un total de 60 países siguen pensando de esta forma (les recomiendo mirar el mapa; es muy ilustrativo ver quién y dónde). Mientras que 91 países ya la han abolido completamente, 11 la contemplan para casos excepcionales (como los crímenes de guerra) y en otros 35 figura como una sanción penal, pero no aplicada. Incluso en los Estados Unidos ya son 19 los Estados que la han abolido.

Resulta decepcionante ver una sociedad que sigue usando la "huida" como aparente solución a los problemas. En especial cuando esos "problemas" no son más que situaciones particulares de la vida. Vivimos en una sociedad violenta. Alimentamos la violencia y nos educamos en ella con deportes agresivos y competitividad egocéntrica. Nos entretenemos con violencia (desde videojuegos a películas).

Todos sabemos eso. Los libros de historia están llenos de esa actitud violenta, conquistadora, opresora. Pero estamos en el siglo XXI, señores. Los libros también nos pueden enseñar cómo superar situaciones como las que vivimos. La historia reciente de nuestra sociedad está plagada de ejemplos de diálogo, reconciliación y pacificación que nos han impulsado más que las guerras.

Precisamente por eso leemos el Evangelio cada domingo. El Evangelio nos muestra otro modo de actuar y de pensar. Además, 2000 años de cristianismo nos han demostrado que ese planteamiento de Jesucristo funciona. Hace pocos días, el Viernes Santo, rezábamos y predicábamos en todas las iglesias del mundo ese “Padre, perdónalos que no saben lo que hacen” (Lc 23:34) que Jesús pronunció desde la cruz. ¿Se nos ha olvidado tan pronto?

Nosotros mismos, los de los países cristianos (o que somos al menos culturalmente cristianos) debemos seguir ofreciendo ejemplo ante el mundo para que esos otros que no conocen a Cristo se cuestionen. Nosotros podríamos actuar con violencia también, sí. Pero decidimos no hacerlo porque creemos firmemente que inspirados por Dios existe otro modo de solucionar los conflictos.

Cuando suceden casos como el de la pena de muerte (esta semana ejemplificado en Arkansas y en la arbitrariedad con la que se aplican las sentencias de ejecución), pienso en los discípulos de Emaús (Lc 24: 13-35). Son los que hoy en el Evangelio salen corriendo de Jerusalén tratando de huir de los problemas. Ellos habían conocido a Jesús, habían aprendido una nueva manera de ver la vida y de tener fe. Sin embargo cayeron en la tentación del miedo y el abandono al ver cómo la violencia irracional trataba de callar la voz nueva y eterna de Dios.

Ante las dificultades, Dios nos sale al encuentro. Les salió a los apóstoles escondidos en una casa por miedo a los judíos el día de la resurrección. Les salió a los discípulos hacia Emaús, que se escapaban de la nueva realidad de Jerusalén. Le salió a Pablo perseguidor en medio del camino a Damasco.

Nos sale a nosotros también ante los desafíos del año 2017: ante el miedo a una posible guerra, ante bombardeos indiscriminados sobre la población, ante dictadores y otros que actúan como si lo fueran, ante disponer de vacunas para las enfermedades y no distribuirlas porque son parte de un negocio, ante la pena de muerte como falsa solución a los asesinatos en nuestras calles…

Dios no sale al encuentro y nos vuelve a explicar, empezando por la ley, siguiendo por los profetas y continuando con los libros de historia que el Amor es la medida de todas las cosas y que el perdón sirve para sanar. Si queremos futuro, debemos preparar la justicia (como dijo Pablo VI) y no la guerra (como dijo Vegecio y se repite hasta la saciedad). Me llamarán utópico, pero yo creo en estas cosas.

Si me reprochan de no saber nada de la vida y de cómo son las cosas, responderé que también a Jesús le preguntaron si era el único en Jerusalén que no sabía lo que había pasado (Lc 24:18). Resulta que fue el único que de verdad se había enterado –y sus palabras no tienen fecha de caducidad.

Si tiene algo que decir, cuéntemelo en palabra@americamedia.org, en Twitter @juanluiscv.

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Oración

¡Aleluya! De nuevo grito ¡Aleluya! Sí, Señor, lo digo y lo repito. Porque es lo que más necesito hoy. Quiero despertar mi esperanza y ser motivo de esperanza para los demás. Por eso repito ¡Aleluya!

Instrucciones para rezar la oración de Pascua: dígalo muchas veces. Sí, diga solamente “¡Aleluya!”. Hasta que resuene dentro de usted, hasta que sienta su eco en la mente y en el corazón. Diga solamente “¡Aleluya!” hasta que se lo crea.

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