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Juan Luis CalderónDecember 06, 2017
(Fotografia: Davidson Luna/Unsplash) (Fotografia: Davidson Luna/Unsplash)   

10 de diciembre de 2017

Segundo domingo de Adviento

Lecturas: Is 40: 1-5. 9-11 | Sal 84 | 2 Pd 3: 8-14 | Mc 1: 1-8

Me pasó que una vez fui al cine y presentaron un cortometraje no anunciado antes de la película. Era un dibujo animado sobre un niño a quien le preguntaron en la escuela sobre el trabajo de su padre. El niño era hijo de un fabricante de tornillos. Todos los niños se rieron porque no veían nada emocionante en eso. Los papás de los otros parecían tener profesiones mucha más interesantes: un arquitecto que construía puentes, otro que fabricaba automóviles de carreras, etc.

Esas sí eran profesiones interesantes. Cuando el niño regresa a casa, le cuenta a su madre lo sucedido y lo triste que se sintió porque su padre era un simple fabricante de tornillos. La madre le explica la importancia de los tornillos: sin ellos no hay puentes ni coches. De hecho, los tornillos se fabrican primero; las otras profesiones vienen detrás.

San Juan el Bautista comienza su ministerio decididamente con alegría y confianza. Los efectos de su labor son evidentes (Mc 1:5) y bastante rápidos. Su éxito es indiscutible. Tan popular se hizo que, cuando Jesús de Nazaret empezó a hacerse conocido, muchos creyeron que él era Juan el Bautista resucitado (Mc 6:14). Hasta Herodes lo pensó (Mc 6:16).

Juan el Bautista formó en torno a él una comunidad de discípulos. Muchos que buscaban crecer espiritualmente cambiaron de estilo de vida gracias a su influencia (Mc 1:5). Esto nos indica la importancia que tuvo aquel hombre. Los evangelios citan en 11 ocasiones a los discípulos de Juan el Bautista. Si tiene curiosidad de saber más, le dejó las citas para que las repase: Mt 9:14; 11:2; 14:12; Mc, 2:18; 6:29; Lc 5:33; 7:18-19; 11:1; Jn 1:35; 3:25.

Tanta fama y éxito pudieron haber sido una tentación para Juan. A muchos se le sube el éxito a la cabeza. Sin embargo, desde el comienzo mismo de su ministerio, Juan siempre dejó claro que “después de mí viene uno más poderoso que yo, que ni siquiera merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias” (Mc 1:7). Juan bautizó con agua; pero el Cristo bautiza con el Espíritu Santo (Mc 1:8).

Tan importante es esta referencia que los evangelios la especifican entre las cosas que anotan de entre las dichas por el Bautista. Juan tenía clara su misión de precursor y por eso lo identificaron con lo anunciado por Malaquías (3:1) e Isaías (40:3).

Ser precursor es más que ser profeta. El profeta anuncia lo que pasará; el precursor prepara los caminos siendo parte del proceso de conversión anunciado por los profetas. Estos repiten lo que les han dicho. Por eso no dicen “el que viene detrás de mí”. Juan, en cambio, va más allá del anuncio del bautismo para el perdón de los pecados. Él mismo lo realiza y advierte que la salvación vendrá con “el que viene detrás de mí” y que bautizará con el Espíritu Santo.

Todos deseamos que se reconozca la labor que realizamos. Ser apreciados es parte de nuestra necesidad psicológica para crecer. Eso no significa que debamos ser protagonistas solitarios. Existe también el “trabajo en equipo”. Juan sabe que su obra sólo tendrá sentido cuando otros la terminen. Como el fabricante de tornillos al inicio de esta reflexión, otro concluirá lo que Juan inicia.

El Adviento es tiempo para preparar y esperar; para allanar caminos y hacer planes; o sea, para que el Señor venga en gloria. Todo está en función de Él y así nos tornamos en agentes principales de este proceso. Cuando Él venga, no desapareceremos, sino que nos situaremos a su derecha. Las intrigas políticas de un rey malvado le robaron a Juan el Bautista esta posibilidad. No pudo disfrutar del triunfo de Cristo (quien también fue víctima de políticos corruptos).

Quizá tampoco veamos llegar al Señor glorioso en el Último Día. Con la fe participaremos desde el espíritu en ese acontecimiento. Lo importante no es que la Segunda Venida suceda durante nuestra vida, sino que suceda. Por eso trabajamos fielmente durante el Adviento con la mente puesta en aquel que viene detrás de mí.

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Oración

Dios que vino y que viene. Dios de Adviento y de esperanza. Dios del trabajo en equipo y en comunidad. Dios de la ayuda mutua. Haz de nosotros fieles colaboradores tuyos y que colaboremos entre nosotros para que se cumple el Reino en todos y para todos. Amén.

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