Los recuerdos de Navidad son memorias remarcables que se recuerdan fácilmente. Algunas cosas de nuestra niñez que recordamos cada año. Mi madre se crio en los llanos de Kansas durante la Gran Depresión. Su padre perdió su granja antes de que ella naciera. Eran doce hijos en la familia. Es difícil para mí siquiera imaginar una vida así, pero sus recuerdos de aquellos primeros días festivos ayudan a remarcar lo que Yo se dé la esperanza.
En Navidad, mi madre y sus hermanas compartían sus regalos de Navidad, una muñeca, aunque cada uno recibía una naranja y dulce duro, el cual se podía llamar propio. Mi madre inmediatamente agregaba, “Pero eso fue un verdadero placer! Y mi madre hacia palomitas con miel Karo, y todos íbamos juntos a misa de media noche.”
Por supuesto que otros pueden recordar los días festivos de caramelo duro cuando la vida no abundaba en riqueza, pero todavía había esperanza. Tal vez, al igual que mi madre lo tomaban con calma. Los niños miran hacia adelante. Los pequeños corazones no se detienen con la esperanza sino que la cuidaban como si fuera un caramelo.
La edad envejece el corazón. Podemos reducir nuestras expectativas de los demás, de nosotros mismos, de la vida. Es una realidad, lamentable, porque la esperanza nos lleva a Dios. Junto con la fe y el amor, llamamos la esperanza una virtud teológica. Aquí es donde nos toca lo divino.
Como el caramelo duro, la esperanza debe ser saboreada, especialmente conforme vamos creciendo. De hecho, una gran prueba de fe llega con la conciencia de que nuestros mejores días están detrás de nosotros. Esto es más de una cuestión de contar años. Nosotros no calculamos el tiempo que ha pasado en nuestras vidas, pero, tocados por la gracia, aceptamos el otoño con los escalofríos de cada día.
No el Rey Acaz. El no quería el tormento de la esperanza. El entendía lo que la vida ofrece y había drenado de ella como pudo. Soñadores como Isaías son una distracción, un desperdicio de energía vital. Sin embargo para sellar el corazón de esperanza, es de excluir a Dios, por lo cual Isaías responde con una promesa de caramelo duro. “El Señor mismo les dará una señal: Miren la joven está embarazada y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emanuel” (7:14).
San Mateo nos dice que María “quedo embarazada por obra del Espíritu Santo”(1:18). En el corazón de Acaz oye tal afirmación al ser tan ridícula como cuando la promesa se cumple, sin embargo, el nacimiento virginal es nada menos que la resurrección de Cristo trabajando su camino en la historia. El Hijo es “nacido por la línea carnal del linaje de David. Y constituido por el Espíritu Santo Hijo de Dios con poder a partir de la resurrección: Jesucristo nuestro Señor” (Rom. 1: 3-4).
Pablo y Mateo lanzan sus historias con reclamaciones que superan con creces lo calculable, lo razonable, ni siquiera lo comprensible. Tanto a invocar a la vida humana a algo más allá de sí mismo, a una esperanza que es más profunda que puede satisfacer en cualquiera de nuestros años.
Mi mamá fue a la misa de media noche con la fe de que el próximo año sería mejor? Sin embargo la pequeña niña se convertiría en madre, que en vez de recibir una muñeca tendría su propia. Sin duda su capacidad para saborear esos caramelos navideños tiene algo que ver con que la misa de medianoche. La misa de Cristo! Está encantada, el tiempo de la noche girando. El pueblo está listo para el sueño y los soñadores despiertos.
Isaias 7: 10-14 Romanos 1: 1-7 Mateo 1: 18-24