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Juan Luis CalderónMarch 16, 2017
(fotografía: iStock)

III domingo de Cuaresma
19 de marzo de 2017
Lecturas: Ex 17: 3-7 | Salmo 94 | Rm 5: 1-2. 5-8 | Jn 4: 5-42

He vivido ya la mitad de mi vida; eso lo sé. No es ponerle límites a la Providencia, sino que los números hablan y la biología también. Me ha tocado vivir bastantes cosas y no todas me gusta recordarlas. Algunas me preocupan. Últimamente me asusta lo que se refiere a la unidad. Les cuento de dónde vengo para que comprendan mi preocupación.

Nací en una familia numerosa muy unida. Crecí en una España concentrada en superar heridas del pasado y divisiones políticas que arrastraban hemorragias de una guerra civil de 40 años antes. Crecí en una Europa ilusionada con la idea de un proyecto común que fuera más que una alianza económica, pasando de Mercado Común Europeo a Unión Europea (UE). Después vine a vivir a los Estados Unidos, construido con aportaciones de personas de todos los países y culturas.

Estos proyectos siempre me parecieron un hermoso reflejo del gran ideal cristiano de la fraternidad universal bajo el amor de Dios (Jn 17:21). Por ello entregué mi vida al servicio de Jesucristo en la Iglesia católica y en el ámbito ecuménico. Al trabajar entre hispanos durante los últimos 17 años, he intentado contagiar con ese espíritu de liderazgo a mis estudiantes. Así ven la necesidad de empeñarnos en la unidad de personas procedentes de tantos países distintos. Me ilusioné también con el sueño de la ONU para el siglo XXI plasmado en los “Objetivos del Milenio”.

Hoy, parece que todos estos ideales de unidad se están viniendo abajo. Mi “penitencia cuaresmal” es leer el periódico cada día y encontrar noticias desalentadoras. Los regionalismos crecen en muchos países, solicitudes de separación e independentismo, Gran Bretaña que deja una UE, etc. Aquí, en nuestra propia casa (en la Iglesia y en Estados Unidos), presenciamos supresión de las oficinas de ministerio hispano y de los institutos de formación pastoral, presión hacia el monolingüismo, construcción de muros, acciones antisemitas, etc.

No vamos bien. Alguien dijo que un pesimista es un optimista bien informado. Quizás ese es, entonces, mi pecado: como leo el periódico, me entero de lo que pasa en el mundo y se me van las ganas. Por eso estaba necesitando mucho de esta cuaresma para revaluar y fortalecer mi alma. La mejor medicina para eso que tengo es celebrar la fiesta de San José.

San José nos invita a luchar por la unidad. Es un hombre sencillo y trabajador. Sin ser pretencioso, es capaz de reaccionar con una grandeza de alma ante los momentos más difíciles. Un hombre de fe puesta a trabajar. Un hombre capaz de mirar las situaciones con una elegancia de alma que no deja de sorprendernos. Este santo es un modelo para estos tiempos de tantos mirándose el ombligo y pensando sólo en sus intereses. No se puso a sí mismo y sus sentimientos por delante de todo. Pensó, oró y encontró la respuesta.

Frente al egoísmo, San José pensó en el otro (en este caso María y su bebé en las entrañas). Frente al rigorismo de la ley, San José puso a trabajar la caridad. Frente al rencor, usó la misericordia. Además, su misión era mucho más grande de lo que parecía (¿se imaginan que hubiera permitido lapidar a María?). Y tuvo éxito porque José actuó basándose en virtudes y no en pecados.

San José nos desmonta los mitos modernos de los que no son capaces de ver en perspectiva y sólo buscan la autosatisfacción.

Por todo ello, San José nos desmonta los mitos modernos de los que no son capaces de ver en perspectiva y sólo buscan la autosatisfacción. Este humilde artesano de una tierra pequeña y lejana nos trae cada año en sus fiestas (19 de marzo y 1 de mayo) la gran fórmula del éxito: “reflexionar + orar”. San José sería un gran life coach, tan de moda ahora. De hecho, lo es. Recordar su paso por la historia de la salvación y su colaboración con el plan de Dios, nos provoca por dentro, si nos dejamos confrontar por su modo de actuación.

Esta fiesta de domingo de cuaresma mezclada con el santo, nos mueve hacia adelante con un impulso cuaresmal vivido en sus carnes. San José no es un teórico, ni un predicador, ni un maestro. Simplemente vivió. Y al vivir, se convirtió en el mejor profesor para el día a día de quien tiene fe.

Mi deseo en este día va más allá de nosotros los cristianos que conocemos a San José. Mi oración es para aquellos que sistemáticamente niegan la dimensión espiritual y la presencia del espíritu. Ojalá en este día se encuentren con una imagen de San José y les llame la atención conocer al hombre de la foto y, sobre todo, a Quien movió sus pasos.

Si tiene algo que decir, cuéntemelo en palabra@americamedia.org.

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Oración

Padre del cielo que nos envías a ser padres y madres en la tierra. Deseamos ser capaces de enfrentar las circunstancias de la vida con el mismo espíritu de fe, esperanza y caridad de San José. Haz que hoy nuestra oración sea más imitar que pedir. Amén.

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