Supongo que estos días la prensa trae tantas malas noticias como habitualmente, pero se me hacen más que de costumbre. ¿Será que estoy más sensible con esto de la llegada del fresco del otoño y la nostalgia del verano que se fue? No sé. La cosa es que se me hace mucho más pesado últimamente leer toda esa violencia que nos acecha.
Jesús plantea para ellos dos posibles actitudes: 1) el que conoce, pero rechaza de primeras seguir al Señor; 2) el que aparenta seguir los mandamientos y por dentro hace lo que le da la gana. Los dos son hijos, los dos conocen su responsabilidad, los dos saben que son beneficiarios del campo y sus frutos.
A los ojos de Dios lo que cuenta es que, a fin de cuentas, todos los invitados a trabajar, se pusieron manos a la obra. Benditos aquellos que lo hicieron desde el amanecer porque estuvieron prontos a construir el reino desde temprano y porque, gracias a su esfuerzo, la obra comenzó.
El Viernes Santo, viernes de la Cruz, conmemoramos el hecho histórico de la crucifixión de Jesucristo y, además, conectamos con el profundo sentido espiritual de ese día, pues fue cuando de facto se produjo nuestra redención.
Nosotros somos los receptores y beneficiarios del plan salvífico de Dios; nosotros somos quienes recibimos la salvación. Es difícil vivir como Dios nos pide, pero no hay excusas.