En la vida corremos el peligro de no ser los convidados a nuestra propia fiesta. Algo así como el Niño Jesús en los banquetes de Navidad, que ni está ni se le espera, preocupados como estamos en viandas y vestidos.
Supongo que estos días la prensa trae tantas malas noticias como habitualmente, pero se me hacen más que de costumbre. ¿Será que estoy más sensible con esto de la llegada del fresco del otoño y la nostalgia del verano que se fue? No sé. La cosa es que se me hace mucho más pesado últimamente leer toda esa violencia que nos acecha.