La venida del Espíritu Santo no fue un hecho aislado, ni un supermilagro cúralotodo, sino un proceso. Las conversiones de un minuto a otro son poco menos que imposibles. Es como dar velocidad a un carro; se puede hacer más rápido o más lento, pero no sucede ir de cero a cien en un momento. Hasta la Historia de la Salvación necesitó siglos.