Lecturas: Am 8, 4-7 | Salmo 112, 1-2. 4-6. 7-8 | 1 Tm 2, 1-8 | Lc 16, 1-13
Hoy comenzamos la andadura de esta nueva columna en America. Por primera vez en español, esta organización prestigiosa ofrece un espacio de encuentro con la Palabra de Dios. ¡Una columna en español en America! Esto es un paso pequeño pero histórico. Y, sobre todo, es un paso que se da con determinación. Este espacio que nace hoy viene para quedarse.
Esta es la verdadera y única enseñanza que sacamos del Evangelio de este domingo. Recuerdo que de niño escuchaba esta parábola del administrador injusto y la rechazaba. No podía ser que Jesús estuviera proponiéndonos como buen ejemplo un hombre que miente, roba y engaña con tal de vivir cómodamente. Él es un ladrón sin escrúpulos, pero no todo es malo en él. Tiene una virtud: la determinación.
Sorprendido por la decisión de su patrón, el hombre empieza a maquinar respuestas. Es consciente de la realidad fuera de su posición: trabajo duro, esfuerzo, sacrificio. Y también sabe que no está dispuesto a pasar por todo eso. Supera su perplejidad y desconcierto y elabora un plan para ganarse los favores de los demás. Caiga quien caiga. Engaña a su patrón para poder engañar después a los beneficiarios de su engaño.
Desde luego que Jesús reprueba esta conducta, pero también nos llama la atención sobre lo único digno de ser recordado: la determinación. ¿Por qué parece que solo los malos triunfan? Quizás por esto mismo: porque se empeñan conscientemente en su maldad. Pero los buenos somos más distraídos. Hacemos el bien como algo natural y ni pensamos que lo hacemos. Nuestro mundo necesita que hagamos el bien con más concentración y propósito. Por eso necesitamos denunciar y corregir lo que no está bien, pero también es preciso planificar seriamente el bien que se haga (la caridad, la generosidad, la atención).
El Evangelio enseña que, al dar limosna, la mano izquierda no debe saber lo que haga la derecha (Mt 6,3). Y desde esa premisa tradicionalmente no hacemos publicidad de nuestras buenas obras. Pero ese precepto no significa que la caridad (o el bien en general) se haga sin pensar, sin planificar, improvisando. Del administrador injusto podemos aprender una sola cosa y es su determinación a conseguir su propósito. Eso se traduce en planificar, proyectar, organizar y organizarse—y pasar a la acción.
El administrador injusto lo hizo pensando solo en su interés; Jesús lo hace para todos. En consecuencia, nosotros—por ser cristianos—pensamos y sentimos con un corazón más grande, al estilo del corazón de Jesús. La cultura popular lo resume en el refrán “Haz el bien y no mires a quién”. El destinatario es evidente: todos, cada persona en particular y la humanidad como conjunto. Por eso son precisas sociedades justas, empleos dignos, salarios suficientes y sanidad para todos para que el bien, la verdad, la justicia y Dios brillen en todos los aspectos de la existencia. Dese como tarea esta semana revisar el gran sueño con el que empezamos el siglo XXI y que la Organización de las Naciones Unidas resumió en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (www.un.org/es/millenniumgoals/).
El administrador injusto de la parábola se aprovechó de ganancias injustas. Ya dice Jesús que los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz (Lc 16,8). ¿Hasta cuándo? El administrador injusto solo se preocupó de sentarse con quienes podían darle después. Con calculada generosidad aparente, los fue llamando. Pero para sacarles algo más adelante. ¿Y los pobres, los ancianos, los enfermos, los desfavorecidos, todos aquellos que no pueden devolvernos el favor? No podemos seguir olvidándolos, rechazándolos, haciendo como que no existen. No basta echarles fuera de nuestras mentes y de nuestros noticieros. El futuro debe ser para todos. Y para eso necesitamos determinación.
Oración: Estamos en los primeros días del nuevo año escolar. Igual que los pequeños retoman su tarea de aprender, propongámonos aprender a vivir mejor pidiendo la virtud de la determinación. ¿Qué tareas pendientes tengo que afrontar en este momento de mi vida? ¿Qué aspectos de mi vida interior, afectiva y espiritual he dejado desatendidos?
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