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The EditorsOctober 28, 2016

En mayo de 2015, un mes antes de que la Corte Suprema de los Estados Unidos fallara a favor del matrimonio civil entre parejas del mismo sexo, una serie de eventos inesperados se desencadenaron en Alemania. Con una mayoría de dos tercios, la conferencia de obispos de la Iglesia católica alemana votó para cambiar las leyes laborales de la Iglesia. De esta manera, los empleados de instituciones católicas que se hayan divorciado, vuelto a casar o que estén en una unión con alguien del mismo sexo no podrán ser despedidos a causa de esto.

Las uniones civiles para parejas del mismo sexo han sido legales en Alemania desde 2001. ¿Qué suscitó el cambio de política del año pasado? Los obispos reconocieron que la antigua ley eclesiástica, que incluía una “cláusula moral” para los empleados católicos, estaba siendo aplicada de manera selectiva.

“Las personas que se divorcian y se vuelven a casar casi nunca son despedidas”, dijo en aquel entonces el cardenal Rainer Woelki, arzobispo de Colonia, haciendo referencia a otra violación común de la cláusula moral. “Se trata de limitar las consecuencias del volverse a casar o de las uniones del mismo sexo a los casos más serios [que puedan] comprometer la integridad y la credibilidad de la Iglesia.”

Bajo la nueva ley, la Iglesia en Alemania puede despedir a un empleado que expresa públicamente una “oposición a los principios fundamentales de la Iglesia católica–por ejemplo el apoyo al aborto o el odio racial” o que menosprecie  el “contenido, los ritos o las prácticas de la fe católica,” dado que estas infracciones constituirían una “gran falta de lealtad”.

Aquí en los Estados Unidos, el matrimonio del mismo sexo ha sido legal por más de un año. Muchas parejas del mismo sexo han escogido contraer un matrimonio legal y este número seguramente crecerá con el tiempo. En algunos colegios y universidades católicos, los empleados que han contraído dichos matrimonios han podido conservar sus trabajos. Sin embargo, al nivel parroquial, muchos empleados homosexuales casados han sido despedidos. Los feligreses viven a menudo estos actos con tristeza y coraje. En algunos casos desafortunados, son otros miembros de la comunidad quienes reportan estos individuos a sus supervisores.

Aun enseñando que los actos homosexuales no pueden ser moralmente aceptados, el Catecismo de la Iglesia católicadice sobre las personas homosexuales: “Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta” (No. 2358). El alto perfil público de estos despidos junto con la falta de un debido proceso y la ausencia de una política similar que vigile el status matrimonial de empleados heterosexuales, todo esto son signos de una “discriminación injusta”. La Iglesia en los Estados Unidos debería hacer más para evitarlos. No sólo esto hiere a los empleados despedidos, sino que perjudica el testimonio general de la Iglesia. Ésta pierde talento y empleados devotos por culpa de unas decisiones institucionales tomadas bajo presión o sin suficiente discernimiento.

La Iglesia en los Estados Unidos está viviendo en un tiempo complejo y desafiante. Lamentablemente, en una variedad de temas—desde opiniones sobre la pena de muerte hasta el apoyo de preservativos y del matrimonio del mismo sexo—las enseñanzas de la Iglesia y las prácticas de sus miembros muchas veces no coinciden. Entre tanto, la Iglesia depende de un gran número de empleados laicos para administrar sus parroquias, escuelas y hospitales a lo largo del país. Muy pocos de ellos se adhieren a la totalidad de la enseñanza católica. ¿Cómo puede la Iglesia continuar a sostener sus ministerios y ser testigo de las verdades eternas de su enseñanza si sus propios empleados no las aceptan todas?

La respuesta no es minimizar o pasar por encima estas enseñanzas. Los católicos están llamados a predicar las verdades difíciles sobre una diversidad de sujetos. Esto incluye—sin limitarse a—los temas del matrimonio y la sexualidad. ¿Cómo sería la mejor manera de hacer esto? Es verdad que a veces la conducta de un empleado en una institución católica puede causar escándalo por sus palabras o actos públicos. Pero también es verdad que el trato injusto de los empleados, sea sometiéndolos a estándares distintos o despidiéndolos abruptamente o sin consultarlos, es en sí un escándalo.

En una entrevista reciente con America, el recién nombrado cardenal Joseph Tobin ofreció algunos buenos consejos. Para empezar, conviene tratar estos asuntos caso por caso. Los estándares de un oficial financiero de una organización católica y los de una maestra de escuela elemental puede que no sean los mismos. No sería muy sabio el querer aplicar la misma política para toda la Iglesia de los Estados Unidos. Los líderes de la Iglesia deberían distribuir guías que puedan ayudar a las personas de un nivel local a navegar estas preguntas difíciles.

La formación también es esencial. ¿En qué consiste el entrenamiento de los empleados en las organizaciones católicas? ¿Las conversaciones sobre la ética y la moral continúan después que las persona ha sido contratada o son sólo invocadas cuando ha habido una infracción? ¿Las cláusulas morales abarcan el conjunto de las enseñanza católica o se enfocan demasiado en los confines estrechos de los asuntos de moral sexual?

La Iglesia debe permanecer libre para llevar a cabo sus ministerios sin la interferencia del gobierno y con el espacio para desafiar las costumbres sociales dominantes. Pero también tenemos el deber de proceder con sabiduría y compasión, atentos a la dignidad del individuo y al bien común.

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