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Juan Luis CalderónFebruary 01, 2018
(Fotografia: Unsplash/Jose Martin Ramirez) (Fotografia: Unsplash/Jose Martin Ramirez) 

4 de febrero de 2018

5 domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B

Lecturas: Jb 7: 1-4. 6-7 | Salmo 146 | Mt 8: 17 | Mc 1: 29-39

Necesitamos algo más que palabras. Es evidente. En nuestro mundo abundan los discursos, los mensajes, los anuncios, la publicidad… Palabras y más palabras. Tantas que nos abruman y superan, que nos aburren y nos hastían, que nos llevan al desconcierto. Qué fácil es desconectarnos de la realidad simplemente dejando de escuchar al otro. Qué fácil es crear una realidad paralela a base de palabras. La prensa y la plaga de las fake news… A muchos ya les sucede como a un amigo mío que resumía su primer viaje a Taiwan con la frase: “Una isla llena de carteles, todo lleno de palabras, pero yo no entendía nada”.

Eso nos sucede continuamente en esta galaxia infinita de palabras de contenidos variados e, incluso, opuestos. Nos sentimos zozobrar al no saber ya qué vale y qué no vale. Por eso, como ya decíamos la semana pasada en La Palabra, hace falta quien se comprometa con el mensaje y entregue su vida al servicio del anuncio de la Buena Nueva. Un compromiso tan serio que lo llamaremos consagración. ¿Se imaginan que uno se tome algo tan en serio que lo convierta en sagrado? Sea el matrimonio, el servicio a los demás, la fe… No bastan los profesionales que hacen muy bien su trabajo de 9 a 5, 40 horas semanales. Tampoco hacen falta workaholics porque eso es un trastorno mental y causa otro tipo de males.

Jesús viene en nuestra ayuda del modo más sencillo: siendo. Jesús es El mismo y así nos enseña en qué consiste ser hijo de Dios en sentido amplio. Es decir, vamos a ver las características que tendrá esta persona consagrada al servicio de Dios. Para ello usamos los ejemplos del fragmento del evangelio que la liturgia nos propone hoy.

  1. al servicio de Dios y… de los demás: Jesús se consagra a ocuparse de las cosas de su Padre (Lc 2:49). Eso implica preocuparse por los demás y acogerlos allá donde estén (como la suegra de Simón estaba en cama, hasta allá fue Jesús, Mc 1:30-31). El servidor no espera encontrar las cosas hechas, sino que asume la tarea desde donde las cosas estén.
  1. acercarse: Dios siempre ha estado cerca de su pueblo. Al encarnarse su nombre es Emmanuel, “Dios con nosotros” (Mt 1:23). Sigue su manera de ser y se aproxima a los que le necesitan, sin dudar, aún a riesgo de la propia vida. Jesús viaja por toda Galilea acercándose, no simplemente esperando que vengan a Él (Mc 1:49). Tan cerca está de los otros que hasta les toma de la mano (Mc 1:31). ¡Eso es cercanía auténtica!
  1. predicar con el ejemplo antes que con palabras. Como la suegra de Simón está enferma, no le predica un sermón sobre estar en cama, sino que le lleva la salud (Mc 1:31). Lo mismo hace con tantos otros que llegan hasta Él durante la jornada. Es curioso un detalle: Jesús aún no ha hablado, sólo ha curado enfermos y expulsado demonios. Son precisamente los demonios los que quieren hablar, los que quieren interrumpir la obra de Dios que se está haciendo llenándola de palabras vanas y falsamente halagadoras. Jesús los calla (Mc 1:34).
  1. sanar, curar, expulsar demonios. Sea lo que sea que hay que hacer, se hace. Todo por el Reino. Tantos mensajes aparentemente solidarios, pero desencarnados, lejanos, pidiendo solo paciencia, pero sin arrimar el hombro, son una ofensa al Evangelio.
  1. en comunión. Jesús ora para no perder la perspectiva. Si no hay tiempo durante el día, se hace al alba (Mc 1:35), pero ¡se hace! Nada sustituye el tiempo de oración porque es lo único que garantizará que lo que se haga durante el resto del día va a ser bueno, santo y orientado al Reino.
  1. incansable, pero no obsesionado. Lo decíamos antes: hacen faltan personas consagradas, no workaholics. El workaholic tiene un trastorno mental que le hace ver la tarea como más importante que las personas; por eso pierde la perspectiva y hace “cosas” que no siempre son las que se necesitan. Hay que tener tiempo para estar con los demás, sentarse a la mesa, escuchar, y dejarse servir (Mc 1:31). El amor de Dios también le tiene que llegar al consagrado.

Vamos a dejarlo ahí por hoy porque si me extiendo mucho, van a decir que caigo en eso de la palabrería. Al fin y al cabo necesitamos más que palabras, necesitamos la Palabra.

Si tiene alguna palabra que compartir con nosotros, encuéntrenos en palabra@americamedia.org o en Twitter @juanluiscv.

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Oración

Tú eres Jesucristo, Verbo encarnado, Palabra de Dios, Palabra cercana, Señor mío y Dios mío. Amén.

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