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Juan Luis CalderónMarch 21, 2018
(Fotografia: D x L/Unsplash)

25 de marzo de 2018

Domingo de Ramos, B

Lecturas: Is 50, 4-7 | Salmo 21 | Flp 2, 6-11 | Mc 14, 1–15, 47

Yo soy de esas personas que desayunan leyendo el periódico. Quizá hayan escuchado que desayunar con el periódico es un error porque significa comenzar el día leyendo las miserias del día anterior. Como soy más optimista, leo el periódico mientras tomo mi primera y única taza de café del día, saboreando el buen aroma del café y de la vida. 

Lo hago porque considero que leer el periódico sirve para tomar conciencia de lo que sucede. No sólo lo malo, también hay buenas noticias en el periódico. Así me abro al mundo cada mañana, para salir de la “cueva” egoísta y solidarizarme con los demás. Además, encuentro inspiración para que mi tarea del nuevo día sirva para mejorar el mundo.

Estos días, en Estados Unidos, salieron a la calle los jóvenes para pedir un cambio en las leyes de posesión de armas de fuego en nuestro país. Miles de jóvenes secundaron el paro de 17 minutos en centros de todo el país. Recordaban las 17 víctimas mortales del tiroteo hace un mes en un colegio de Florida. Muchas y conocidas son las matanzas que se han producido en los últimos decenios en escuelas a manos de locos armados. Éstos han adquirido armas de fuego sin ningún tipo de restricción, incluso habiendo sido diagnosticados con problemas mentales. 

Se habla de 88 armas por cada 100 habitantes. Se trata de un debate político y social que ha vuelto a ponerse sobre la mesa gracias a la iniciativa de los supervivientes de Florida que han decidido no callarse. El presidente de EE.UU. ha planteado armar a los profesores para repeler los ataques en las escuelas. Sin embargo, los jóvenes prefieren una sociedad menos armada. 

Lo que más me interesa de este caso es el hecho de que son los ciudadanos jóvenes—que aún no tienen derecho al voto—quienes están motivando a nuestros políticos para que hablen seriamente del asunto. Una foto me provoca: un muchacho con un cartel que dice: “Me next?” (¿Seré el próximo?). 

La lectura del periódico matutino provoca mi reflexión ahora que me siento a escribir este artículo para el domingo de Ramos. ¿Qué hubiera pasado si todos aquellos que aclamaron a Jesús en su entrada triunfal en Jerusalén, hubieran salido a protestar cuando Jesús fue apresado en Getsemaní? ¿O cuando fue condenado injustamente en ese paseo macabro entre los palacios de Herodes, Pilatos y Caifás? ¿O si hubieran paralizado el vía crucis con su protesta?

Ver a esos jóvenes comprometidos me da que pensar. ¿Y si algo parecido hubiera pasado con aquellos que cantaban “Hosana al hijo de David”? Querían un cambio, esperaban algo mejor, tenían hambre de justicia. Querían libertad frente a la opresión romana y los abusos de los poderosos. Jesús podía ser la respuesta a su clamor. Por eso en el domingo de Ramos lo aclaman con cánticos y ramos de olivo. 

Ven con esperanza la entrada de aquel sencillo Nazareno que ha proclamado el amor de Dios a los hombres tanto en obras como en palabras. Jesús es su esperanza. Él es la llave de una nueva sociedad. Es a quien esperan. Por eso se emocionan y con ilusión lo reciben.

Pero, como leo el periódico todas las mañanas, también me sé la otra cara de la moneda. ¿Dónde habrá quedado todo este clamor dentro de unos meses? Ya antes, después de algunas matanzas escolares, hubo voces que pidieron abolir la tenencia de armas de fuego. Pero ante la primera dificultad, ante las primeras acusaciones de populismo, ante las primeras puertas políticas cerradas frente sus narices, aquellos que pedían el cambio se desinflaron. 

También sabemos cómo termina la historia de Jesús. Muchos lo proclamaron Mesías con cánticos en su recorrido por las calles de Jerusalén. Pero pocos protestaron cuando Jesús volvió a recorrerlas cargado con una cruz. Y la guinda del pastel (si me permiten la expresión) es que a los pies de Jesús sólo estaba un hombre y cinco mujeres.

Los compañeros supervivientes del tiroteo en la escuela podrían también decir: “Qué mala suerte tuvieron ellos; pero yo sigo aquí y miro para otro lado”. También ellos podían dejar solos a sus muertos, como los discípulos abandonaron a Jesús. También las familias podrían sugerirles “No te metas en líos, que ese ya está muerto y tú tienes una vida por delante”, como seguramente muchos dijeron en Jerusalén aquella noche. Jesús no les abandonó. Jesús hizo suyos los anhelos y vino a cambiar todo por el bien de todos. Por eso murió. Por eso lo asesinaron.

Quizá no es tan buena idea leer el periódico por las mañanas desayunando. Quizá uno tiene la tentación de contagiarse de la desesperanza al ver los fracasos mundiales del día anterior. Pero como yo sigo siendo muy optimista, a pesar de todo, sigo leyendo el periódico, como abro el evangelio y, a pesar de la traición de los gritones del domingo de Ramos, vuelvo a creer que hay esperanza y que un día conseguiremos que Jesús sea el rey de todo y de todos.


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