Lecturas: Am 6, 1. 4-7 | Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10 | 1 Tm 6, 11-16 | Lc 16, 19-31
Un obstáculo al leer esta parábola es el miedo. Algunos hacen énfasis en la salvación del pobre y la condenación del rico. Para otros, se trata de la falsa esperanza de que Dios coloque a cada uno en su sitio mientras que aguantamos lo que nos caiga encima. De este modo, nada cambia. Si reducimos así esta parábola, cedemos a un miedo de Dios que nos aleja de la vida y de la fe.
El asunto del pobre Lázaro y el rico no es que en la otra vida uno recibe premio y el otro castigo. Veamos más de cerca lo que sucede en esta parábola.
Lázaro mendiga lo mínimo necesario para sobrevivir. Come de las migajas sobrantes del rico. No posee nada superfluo, sino lo indispensable. El rico, en cambio, está tan ocupado en disfrutar que ni ve al pobre enfermo y hambriento a la entrada de su casa. Y si lo ve, no lo ayuda. No se molesta en compartir; lo cual agrava aún más la situación. Además de pobre, hambriento y enfermo, Lázaro es cruelmente despreciado y abandonado por quien pudo haber sentido compasión.
Lo pedido era fácil de dar. Sobraba comida en la mesa del rico y hasta caían migajas al suelo. Lázaro no se atreve a querer sentarse a la mesa del rico, sólo desea comer. Los perros tampoco estaban invitados al banquete. Lamen las llagas del pobre. Muestran más compasión por el enfermo que el mismo rico. El animal aparece aquí como compasivo frente al hombre animalizado: cruel realidad.
Rico y pobre, ambos mueren. El rico, quien negó lo que fácilmente podía dar, acaba pidiendo lo difícil. Le suplica a Abraham que envíe a Lázaro para que le moje la punta del dedo en agua y le refresque. También le pide que se aparezca a sus familiares para convertirlos.
Abraham niega lo que el rico pide, no porque sea rico sino por su impiedad y egoísmo. La avaricia del rico lo ciega a las necesidades del otro. Ya decía Francisco de Quevedo: “¡Considerad cuánto peor y más rabiosa es la hambre avarienta que la hambre canina!”
Si el rico se dirige a Abraham es porque es un creyente. Esto agrava su pecado. Al menospreciar a Lázaro le es infiel a Dios quien es Padre de todos y nos hace hermanos.
Como cristianos no podemos quedarnos tranquilos ante un mundo que no funciona. Más que poner el acento en lo que sucede después de la muerte, esta parábola nos invita a buscar la felicidad y la justicia de todos en este mundo que compartimos. El rico pudo haber ayudado a Lázaro, pero ni movió un dedo. ¿Qué tal si nos ponemos manos a la obra para que las amarguras se acaben ya en esta vida, sin esperar al consuelo post mortem? Me parece que las palabras de Cristo van por ahí.
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Oración: En el mundo sigue habiendo millones de personas que se mueren de hambre. Otras tienen más que suficiente. ¿Es esto justo? ¿Cuál es mi grado de conciencia sobre el problema concreto del hambre? ¿Qué he hecho yo para aliviar el hambre de alguien alguna vez? ¿He colaborado con alguna organización que específicamente se ocupe de luchar por el fin del hambre? Esta semana puedo comprometerme a visitar las webs de Cáritas (caritas.org) y Pan para el Mundo (bread.org).