La última frontera era la muerte. Hasta que llegó Dios y cambió las cosas.

En este día, Dios se hace pan, como ya antes se hizo palabra: pan para el cuerpo, palabra para la mente y eucaristía para el alma.

En Domingo de Ramos, Jesús entra en la Jerusalén de nuestra existencia y damos gloria a Dios por ser elegidos para una vida nueva.

Jesús resucitó a tres muertos. San Agustín nos revela el valor comunitario de estas resurrecciones.

El cuerpo, la mente y el alma son tres dimensiones esenciales de nuestro ser. La Iglesia nos invita a cultivarlas.

San José nos desmonta los mitos modernos de los que no son capaces de ver en perspectiva y sólo buscan la autosatisfacción.