En esta escena del Evangelio se halla un héroe anónimo. Es el extranjero que, al darse cuenta de que había sido curado, regresa a dar gracias. Es el encuentro de dos desobedientes que obedecieron al mandato del amor.
El grano de mostaza es el ardor de la humildad. Es el reconocimiento de que Dios está ahí y sigue mostrándome nuevos modos y nuevas maneras de seguir adelante y hacer que la vida cobre nuevo rumbo.
Más que poner el acento en lo que sucede después de la muerte, esta parábola nos invita a buscar la felicidad y la justicia de todos en este mundo que compartimos.