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Juan Luis CalderónOctober 19, 2017
(Fotografia: Rob Bye/Unsplash) 

29 domingo del Tiempo Ordinario, A

22 de octubre de 2017

Isaías 45: 1, 4-6 | Salmos 96: 1, 3, 4-5, 7-8, 9-10 | 1 Tesalonicenses 1:1-5b | Mateo 22: 15-21

Puedo imaginarme los sentimientos de la Virgen María al comprobar la tensión que se generaba en torno a su hijo, los rumores, los ataques. ¡Qué tristeza que, por mucho bien que hace Jesús, al final se veía venir el desastre! Y así fue. En vez de escuchar a Jesús, los fariseos buscaban algo de qué acusarlo. Incluso le hacían preguntas insidiosas (Mt 22:15).

Esa actitud de los fariseos es deplorable. No les interesa Jesús, ni lo que dice, ni lo que hace. No les interesa demostrar que está equivocado. Basta con poder condenarlo y eliminarlo. No tiene sentido. Todo el aparato político y religioso de Israel parece estar al servicio de la corrupción. El problema no era el fariseísmo en sí mismo, como doctrina, sino la manera en que el poder corrompe.

Sabemos la injusticia con la que actuaron en el caso de Jesús de Nazaret. Primero los fariseos; después el Sanedrín, y Herodes, hasta llegar a los romanos. Pero, ¿cuántos otros casos similares hubo? ¿Fue Jesús el primero al que quisieron condenar para cubrir su propio pecado? Por desgracia tanto la historia como la Biblia están llenas de otros casos también flagrantes. Mencionamos, sólo por poner dos ejemplos cercanos, al rey David y Urías (2 Sam 11) y Juan el Bautista (Mt 14). De tales desvergüenzas no aprendieron los fariseos.

Una de las cosas más ofensivas que vemos en el proceso al Nazareno fue el reconocimiento de Jesús como alguien digno y justo. Le dicen: “Maestro, sabemos que tú eres sincero y que enseñas con verdad el camino de Dios, sin dejarte llevar por lo que diga la gente, porque no buscas el favor de nadie” (Mt 22:16). ¿Adulación o confesión?

Si quienes así se expresaban sobre Jesús decían la verdad y reconocían su valor, ¿por qué lo persiguen? Si no opinan bien de él y le hablan así para adularlo, ¿por qué mienten delante del pueblo? El evangelista piensa que iban a Jesús con la hipocresía de la doble cara. La baja categoría moral de aquellos individuos se pone de manifiesto en tal actuación. Que sus preguntas eran insidiosas, podría ser opinión del evangelista; pero ese modo de dirigirse a Jesús sólo delata a los fariseos.

Ese es el centro de lo que aquí tratamos: la indignidad de los que se supone que fuesen los maestros de la ley. El fariseísmo surge como movimiento heredero de los asideos, fruto de las revueltas sociales y religiosas en la época de los Macabeos. Fue una respuesta piadosa a la paganización de Israel, por la invasión de costumbres griegas, la permisividad en el culto a dioses griegos y la comercialización del título de sumo sacerdote. Después se convierten en una especie de partido político y ahí empieza la degeneración evidenciada en el “caso Jesucristo”. Todas las buenas intenciones de su religiosidad quedan mancilladas por el abuso de poder.

La realidad de Israel siempre ha sido compleja. Su lugar geográfico convirtió su territorio en un lugar donde pasaron todas las potencias militares siglo tras siglo. Todos querían estar asentados ahí. Y fue ahí que Dios decidió aparecerse para convertir ese rinconcito del mundo en la luz de las naciones (Is 49:6). ¡Qué gran peso moral y qué responsabilidad histórica sobre los hombros de un pequeño pueblo cuya única arma verdadera era la fe en saberse elegidos por el Señor! La elección de Dios y la misión encomendada se convierten en las bases con las que se organizan la vida social, política, religiosa, hasta el día a día de los israelitas. El deseo de fidelidad les lleva a esclerotizar sus mentes y bloquear el crecimiento espiritual que debía acompañar tanto a la elección como a la misión.

Hoy, miramos al pasado para aprender sobre el presente y así preparar el futuro. Que cada quien revise su modo de actuar, de dialogar, de proponer, de analizar. ¿Tus preguntas son “insidiosas”? Es decir, cuando te acercas al pensamiento del otro, ¿lo haces con prejuicio o con sinceridad? ¿Buscas conocerlo o atraparlo? Sin duda, cada quien cree estar en lo correcto, pero si no nos abrimos al otro y a sus criterios, nunca podremos revisar y evaluar los nuestros propios. Por eso es tan importante el diálogo. La falta de conversaciones ha provocando caos históricos, teológicos, persecuciones, ymatanzas. Tantas barbaridades que se hubieran podido evitar llegando al otro con el corazón abierto (al estilo de Jesucristo), en vez de irle con preguntas insidiosas.

Si tiene algo que decir, cuéntemelo en palabra@americamedia.org, en Twitter @juanluiscv.

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Oración

Ayúdame ver a los demás como tus hijos, como mis hermanos. Ayúdame ver a lo que los otros tienen para que valore lo que yo tengo. Ayúdame a ser capaz de dialogar sin prejuicios y con caridad. Amén.

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