¿Cómo puede la Iglesia continuar a sostener sus ministerios y ser testigo de las verdades eternas de su enseñanza si sus propios empleados no las aceptan todas?
Jesús vino a Jericó a buscar y salvar lo que se había perdido (Lc 19:10). Pero si lo perdido no desea ser encontrado, no hay mucho que se pueda hacer. Tal no fue el caso de Zaqueo. Éste se puso en posición no sólo de ver a Jesús, sino de ser visto. La puerta de la salvación que llegó a la casa de Zaqueo fue su humildad.
En esta escena del Evangelio se halla un héroe anónimo. Es el extranjero que, al darse cuenta de que había sido curado, regresa a dar gracias. Es el encuentro de dos desobedientes que obedecieron al mandato del amor.
El grano de mostaza es el ardor de la humildad. Es el reconocimiento de que Dios está ahí y sigue mostrándome nuevos modos y nuevas maneras de seguir adelante y hacer que la vida cobre nuevo rumbo.