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Juan Luis CalderónJune 21, 2018
(Fotografía: Carl Heyerdahl | Unsplash)

24 de junio de 2018

Solemnidad de Natividad de san Juan Bautista, B

Lecturas: Is 49: 1-6 | Salmo 138 | Hch 13: 22-26 | Lc 1: 57-66. 80

Hace algunos años hice testamento. Mi madre me preguntó por mi propósito al hacerlo. Era joven, con ínfimas posesiones, soltero y sin hijos. Era claro que, en caso de muerte, todo lo mío (lo poco que es mío, para ser sincero) pasaría directamente a ella. ¿Para qué, entonces, ir a un notario a testar?

Expliqué a mi madre que quería tener las cosas arregladas por si acaso. Por aquellos tiempos viajaba continuamente. Un día me dio por pensar que algo podía pasarme entre tanto avión y sentí la necesidad de tener mis asuntos en orden. En aquel momento, vinieron a mi mente mi madre y mis hermanos, sufriendo por mi pérdida y teniendo que hacer papeleos legales referentes a mí. Así que me fui a ver a un notario en Valladolid e hice testamento. Desde entonces viajo con la tranquilidad de que, pase lo que pase, las cosas están arregladas legalmente para causar menos problemas a los que quedan detrás de mí.

Cuento esto al celebrar el nacimiento de san Juan Bautista porque el santo era consciente de la gran herencia que portaba en sí. Cuando uno hace testamento, está poniendo por escrito qué tiene y a quién se lo quiere entregar después de la muerte. Ya no vale presumir de lo que tienes y de lo que te inventas, ni das una imagen falsa de ti mismo. A la hora de testar, declaras lo que tienes y punto. Es un momento crucial en la vida porque pones por escrito las cosas materiales que posees, sin poder explicar ni tus sueños, ni tus aspiraciones, ni lo que pudo haber sido y no fue. Testar es injusto en el sentido de que sólo se habla de lo material, mientras que la persona es mucho más que eso; pero a la vez es objetivo.

Juan nació ya elegido. Fue hijo de un milagro y con un propósito. Fue un hijo deseado concebido antes con la oración que con la carne (Jn 1:13), vástago de padres piadosos que pusieron su confianza en el Señor. El arcángel Gabriel se lo indicó a Zacarías al desvelarle lo que sucedería (Jn 1:13-20) y así lo entendieron sus vecinos, por eso calificaron el nacimiento de Juan como una obra de misericordia de Dios (Jn 1:58) para con sus padres.

El anuncio del arcángel Gabriel, además, indicó el propósito de este milagro: no era sólo para alegrar a unos esposos que se sentían desdichados por no haber tenido hijos (Jn 1:25), sino para alegrar a la humanidad entera (Jn 1:14), para fortalecer la fe de Israel (Jn 1:16), para reconciliar a los padres con los hijos, para que los rebeldes aprendan a obedecer (Jn 1:17) y, así, ser el precursor del Mesías (Jn 1:17).

Juan el Bautista hizo de su vida pública un “testamento ambulante”. Nunca buscó gloria que no fuera suya porque siempre supo cuál era su propia gloria. Se presentaba con sinceridad, trasparencia y verdad. Vivía como su conciencia le dictaba, pero no exigía a nadie vivir como él vivía, vestido con una piel de camello y comiendo saltamontes. Decía lo que pensaba y lo que el Espíritu le inspiraba. Vivía y hablaba con libertad, con la libertad de los hijos de Dios. No se ocultaba y estaba dispuesto a anunciar la buena nueva a quien se acercase. Demostró (una vez más) que el desierto también puede ser un lugar de encuentro con Dios. Juan el Bautista usaba ese espacio extremo para entregarse a una existencia de comunión espiritual al solo cuidado de las manos de Dios.

Todo esto es lo que entregaba a los buscadores de “algo más” que llegaban a él. No les vendía un producto, no les ofrecía vanas esperanzas, no maquillaba el camino a la salvación con facilidades a la carta. Daba lo que tenía como quien entrega todo lo que hay y nada más que lo que hay al hacer testamento.

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Oración

Señor, yo también quiero ser precursor. Que como Juan, detrás de mí llegues Tú. Que como Juan, detrás de mí quede todo preparado para que llegues Tú. Que como Juan, confíe en que sólo me haces falta Tú. Amén.

Nota del editor: A partir del 1ro de julio de 2018, La Palabra cesará hasta nuevo aviso. Le agradecemos a todos los lectores y lectoras la dedicación con la cual nos han apoyado. Esperamos pronto poder reanudar La Palabra

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