La paradoja no es que Jesús haya elegido ser rey con estilo propio, sino que aún nos dejamos seducir por los otros modelos de realeza. Se nos llena la boca hoy con este trono de la cruz y su corona de espinas, pero buscamos todavía ocupar los primeros puestos.
Ante los duros acontecimientos de la vida, Jesús nos invita a estar preparados, no con miedos, sino con esperanza. Ojalá que los nuevos tiempos que corren, con nuevo habitante en la Casa Blanca, no erradiquen nuestra esperanza. “Si se mantienen firmes, conseguirán la vida" (Lc 21:19).
La resurrección es un acontecimiento que sucederá. Todos nosotros la experimentaremos. Ese es el proyecto de Dios. Creer en la resurrección es querer y desear vivir con Dios.
Jesús vino a Jericó a buscar y salvar lo que se había perdido (Lc 19:10). Pero si lo perdido no desea ser encontrado, no hay mucho que se pueda hacer. Tal no fue el caso de Zaqueo. Éste se puso en posición no sólo de ver a Jesús, sino de ser visto. La puerta de la salvación que llegó a la casa de Zaqueo fue su humildad.
La fe es mucho más que un asunto de “pidan y se les dará”. Es una actitud de vida, una confianza en que el proyecto de Dios se cumplirá para todos y que el Reino y su justicia prevalecerán.